Apenas hace un par de días la Sra. Vázquez Mota tuvo un amargo desayuno en Tres Marías. He aquí un fragmento de la crónica de la Revista Proceso:
Apenas pasan de las 11:00 de la mañana y Josefina desayuna con su esposo, Sergio Ocampo, y con la candidata al senado Rosi Orozco, una importante líder evangélica.
Coincidencia o no, el restaurante se llama “El Sinaí”, como el monte en el que según la Biblia, Jehová le entregó los Diez Mandamientos a Moisés.
El arribo es desorganizado. Entre el staff de la candidata y los reporteros, hay comensales molestos. Que les sirvan a todos, pide Josefina y, en segundos, su mesa se llena de platones con montañas de quesadillas de todos los guisos y decenas de refrescos que, con pericia olímpica, destapa el mesero.
Nadie atiende el banquete. Agresión a reportera desde la mesa contigua, “limonazo” que va a dar –sin intención evidente pero con muy mala puntería– a la mesa de Vázquez Mota, justo entre ella y su marido. La candidata se aproxima conciliadora, pero el rostro de las familias enojadas no cambia. Le reclaman falta de respeto, no quieren escuchar más, no quieren fotógrafos.
“Si no tiene control de esto… no controlas a nadie”, le espetan.
El dueño de El Sinaí agarra parejo, les pide a reporteros y staff salir.
“Ya estuvo bueno el rato”.
La candidata se disculpa, da instrucciones para salir de lugar. Y su marido, con el rostro desencajado, la sigue sin chistar. Detrás, Rosa de la Garza. Y más atrás, las montañas de quesadillas y las filas de refrescos sin consumir.
Afuera, unas cuantas mujeres, con mandil y platos de plástico, le gritan: “ni un voto al PAN”, “ni un voto al PAN”. No se inmuta. Para eso están las porras de camiseta que transmutan sus coros de caseta por otros improvisados a propósito del escenario: “Morelos Josefina”, Morelos Josefina”.
Coincidencia o no, el restaurante se llama “El Sinaí”, como el monte en el que según la Biblia, Jehová le entregó los Diez Mandamientos a Moisés.
El arribo es desorganizado. Entre el staff de la candidata y los reporteros, hay comensales molestos. Que les sirvan a todos, pide Josefina y, en segundos, su mesa se llena de platones con montañas de quesadillas de todos los guisos y decenas de refrescos que, con pericia olímpica, destapa el mesero.
Nadie atiende el banquete. Agresión a reportera desde la mesa contigua, “limonazo” que va a dar –sin intención evidente pero con muy mala puntería– a la mesa de Vázquez Mota, justo entre ella y su marido. La candidata se aproxima conciliadora, pero el rostro de las familias enojadas no cambia. Le reclaman falta de respeto, no quieren escuchar más, no quieren fotógrafos.
“Si no tiene control de esto… no controlas a nadie”, le espetan.
El dueño de El Sinaí agarra parejo, les pide a reporteros y staff salir.
“Ya estuvo bueno el rato”.
La candidata se disculpa, da instrucciones para salir de lugar. Y su marido, con el rostro desencajado, la sigue sin chistar. Detrás, Rosa de la Garza. Y más atrás, las montañas de quesadillas y las filas de refrescos sin consumir.
Afuera, unas cuantas mujeres, con mandil y platos de plástico, le gritan: “ni un voto al PAN”, “ni un voto al PAN”. No se inmuta. Para eso están las porras de camiseta que transmutan sus coros de caseta por otros improvisados a propósito del escenario: “Morelos Josefina”, Morelos Josefina”.
Hasta aquí la nota.
El asunto del dichoso desayuno terminó mal. Josefina Vázquez Mota no las tiene todas a su favor. No es una candidata que parezca tener una afinidad con la gente. Quizás lo que pasa -me aventuro- es que pertenence al PAN, el partido político que ha desperdiciado doce años de gobierno y que por mucho, no tiene contenta a la gente. Al contrario, llevan dando "gasolinazos" mensuales de 8 centavos por litro (quizás para que no se sienta el golpe), para poner un solo ejemplo.
Ya pasaron -y creo que hace mucho- los tiempos en donde se aparecía el candidato y explotaba el júbilo, los aplausos espontáneos y desmedidos de los acarreados. Ahora las cosas son diferentes. Ahora la gente está más informada y por ende, no se traga todos los cuentos y promesas de campaña. Ya parece ser de una obviedad decir que la gente está cansada de tanto candidato, de tanto político, de tanto diputado o senador abusivo, empezando por su sueldo o por los disparates que a cada rato generan en las sesiones de las respectivas cámaras.
Y ante este rechazo a la candidata panista las cosas empiezan a preocupar al partido azul. ¿Debería abandonar la campaña presidencial? ¿Declararse incompetente? ¿Mostrar algún signo de sensatez ante una candidatura que no va a ninguna parte y que evidentemente no tendrá manera ni siquiera de competir decorosamente? Es claro que todo lo que se mencione en los medios sobre esta posibilidad de abandonar la contienda genera un espantoso ruido en la campaña de Vázquez Mota. O reconvienen el curso o de plano pueden decir desde ahora que Vázquez Mota fue un error. Quizás el baboso de Creel hubiese sido mejor, o el idiota de Cordero, con sus torpes declaraciones como la que empezaba con eso de que seis mil pesos eran suficientes para vivir holgadamente en este país.
Pero ahora es tarde y Vázquez Mota tiene problemas graves, y aún no ha pasado una semana de campaña. Así entonces, la mujer de falda "pero con muchos pantalones", se cae a pedazos, se desarma, se derrite como helado a 40 grados centígrados.
Y no habría que sorprenderse. Vázquez Mota es gris, su campaña es igual que ella. No convence ni a un camello... Yo estoy seguro que los panistas saben que se acabó su estancia en el poder, al menos por los siguientes seis años.
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